La mansión suiza donde Tina Turner falleció la semana pasada y donde se había refugiado durante sus últimos años jugó un papel muy importante en su vida personal. Allí fue donde se instaló a mediados de los 90 y donde se casó con su segundo esposo Erwin Bach. En su autobiografía titulada ‘My Love Story’, donde reflexionaba acerca de su pasado con una honestidad brutal, ella aseguraba que aquel día no pudo ser más perfecto ni espectacular.
«Lo organicé todo yo misma, y eso incluyó importar más de 100.000 rosas para adornar los jardines de nuestra casa. Mientras los amigos se reunían y bebían champán aquel glorioso día de julio de 2013, el aire se llenó del aroma más maravilloso».
Por supuesto, también eligió la música y no encontró una opción mejor que ‘My Way’ de Frank Sinatra porque siempre sintió que la letra encajaba a la perfección con su propia historia: «Está claro que recibí muchos golpes / y que lo hice todo a mí manera».
Tina conoció a su segundo esposo en 1985 en un encuentro que parece sacado de una comedia romántica. Erwin trabajaba entonces como ejecutivo musical para el sello EMI y le encargaron que fuera a buscarla al aeropuerto antes de uno de sus conciertos en Alemania. Entonces comenzó una amistad que eventualmente se convirtió en una relación sentimental que ella no esperaba y que le hizo sentirse amada de verdad por primera vez en su vida.
«A pesar de mi famoso primer matrimonio abusivo con Ike Turner, había conseguido encontrar el amor más allá de mis sueños más salvajes», escribió en su libro.
Pese a todo, no aceptó casarse con Erwin la primera vez que se lo propuso. Tina no estaba buscando un esposo y no se sentía preparada para afrontar un compromiso de esa magnitud, pero eventualmente la persistencia de Erwin le hizo darse cuenta de que era su verdadero amor y que había llegado el momento de «poner las cosas en orden».
«En 1989, cuando estaba a punto de cumplir 50 años, me propuso matrimonio… Me sentía muy bien. Nunca he fumado ni tomado drogas. Seguía en buena forma después de años de entrenamientos intensos sobre el escenario. También seguía teniendo muy buen aspecto», aseguraba ella. «El año anterior Erwin me lo había propuesto una vez más, y la siguiente vez yo respondí con un rotundo ‘¡Sí!».
Al final, la pareja se acabó casando en 2013, el mismo año que ella apareció en la portada de la edición alemana de Vogue, por cierto.
Habían pasado casi tres décadas desde la primera vez que se conocieron y Tina aseguró que aquel día a nadie le importó que la novia tuviera 73 años, 17 más que el novio, porque eran la viva imagen de la felicidad.