Cuando a Orlando Bloom lo ficharon para interpretar a Legolas en El señor de los anillosacababa de graduarse hacía dos días de la escuela de arte dramático. Tenía apenas 22 años y muy (pero que muy) poca experiencia ante las cámaras. Era una oportunidad única, así que hizo las maletas y se fue a Nueva Zelanda, aprendiendo tiro al arco y acostumbrándose a una peluca rubia que, en todo su conjunto, lo terminó convirtiendo en una figura emblemática para los fans de la exitosa trilogía.
Sin embargo, en ese momento tan solo habían pasado tres años del episodio que cambió su vida para siempre. Una tragedia que le hizo vivir una etapa oscura pero que terminó despertando su conciencia, aprendiendo a apreciar la vida de otra manera.
El actor de 45 años compartió su historia en Instagram, intentando aportar su granito de arena a la celebración del Día Mundial de la Salud Mental que tuvo lugar el 10 de octubre. Y lo hizo compartiendo el terrible accidente que sufrió a los 19 años y que lo llevó a rincones oscuros, mental y emocionalmente.
Orlando Bloom, que sirve como embajador de buena voluntad de UNICEF, cuenta que se cayó desde una ventana a tres pisos de altura y se rompió la espalda. “Durante los primeros cuatro días me dijeron que era probable que no volviera a caminar” revela a sus seguidores. “Ese fue realmente el comienzo de lo que fue un viaje largo y doloroso para mí de reconocer y comprender algunos de los patrones que había en mi vida y que me habían llevado a tener numerosos accidentes. Y la culminación fue romperme la espalda, que fue una experiencia cercana a la muerte”.
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Después de someterse a una complicada cirugía y salir del hospital en muletas doce días más tarde, entró en un bucle mental y emocional que le hizo vivir una etapa oscura durante varios meses. “Como alguien que siempre había sido muy activo en mi vida, de repente me sentí muy restrictivo y tenía mucho dolor”.
En su caso, la lesión le dio “tiempo y espacio” para frenar su estilo de vida, corriendo riesgos y siempre viviendo al límite, para observar y reconocer las maravillas que le rodeaban. Y así comenzó a incluir esta nueva forma de pensar dentro de su recuperación y, en consecuencia, en su forma de vivir la vida. “Siempre hay una oportunidad de transformar el dolor, físico o mental, en la mayor fortuna de tu vida” explica sobre la lección que aprendió y aplicó para bien de su salud mental.
Orlando Bloom ya había comentado lo ocurrido en sus redes a través de una fotografía tomada tres meses después del accidente. En la imagen, publicada en 2021, aparece en bicicleta llevando un soporte de espalda y daba las gracias por sus “extremidades”, que le permiten “empujar mis límites y vivir mi vida al límite (con más seguridad ahora)”.
A su vez, el padre de dos niños y prometido de Katy Perry ya había hablado de esta experiencia en 2005 para la revista GQ, detallando que se cayó cuando la tubería de desagüe que estaba escalando se derrumbó. Es en esta entrevista que el actor entra en detalles que nos permiten comprender mejor la lección aprendida.
Porque según sus palabras, hasta el día del accidente, “no tenía una apreciación saludable de la vida y la muerte”. Básicamente, como la mayoría de seres humanos en la adolescencia, creía que era “invencible”.
Pasó cuatro días enfrentándose a la idea de pasar el resto de su vida en una silla de ruedas, pensando que viviría postrado mirando al techo como estaba haciendo en el hospital. Una concepción que debe ser muy difícil de procesar a cualquier edad. Al salir del hospital no tardó en salir de fiesta y fue recién meses más tarde que comenzó a procesar lo ocurrido, a darse cuenta que solo tenía una vida por vivir. «Ese accidente informó todo en mi vida» explicaba. «Hasta que estás a punto de perderla, no te das cuenta. Solía montar motocicletas y conducir coches como si todo fuera una pista de carrera, era ridículo”.
“No lo hacía porque pensaba que era ‘cool’, sino porque me encantaba vivir al límite. Pero me he relajado” explicaba.
Con este accidente, Orlando Bloom despertó de la nube invencible en la que vivía, arriesgándose sin necesidad y aprendiendo a reconocer y apreciar lo afortunado que era. «Cuando experimentas el tipo de dolor físico por el que pasé, te das cuenta de que no eres un dios», dijo en 2005, «que hay límites para lo que puedes hacer. Te mantiene real. Quiero decir, puedo caminar. Yo puedo disfrutar de un baño en el mar y de un hermoso día y estuve muy cerca de no tener eso«.