Algunos papás desde los primeros meses de embarazo ansían saber el sexo del nuevo integrante de la familia, otros más se esperan un poco y comparten con familiares y amigos si el bebé es niña o niño con alguna fiesta de revelación de sexo.
Más allá de que sea niño o niña, como papás sabemos que le daremos todo nuestro amor y apoyo incondicional. Sin embargo, cuando tenemos una niña tendemos a la crianza protectora y sentimental. De hecho, se ha demostrado que tener hijas saca a relucir el lado más emotivo de los padres, no obstante, ¿qué tan bueno es ser tan protector con tu pequeña?
Síndrome de Princesa
De acuerdo con la psicóloga Jennifer L. Hartstein, una niña que tiene síndrome de princesa en general suele ver la vida únicamente de color rosa, como si viviera realmente en un cuento de hadas; cree que ella es el centro del universo y tiene una gran preocupación por su apariencia.
En general, este síndrome se crea y fomenta por muchos de los mensajes que se ven en películas, caricaturas, series de televisión y redes sociales. En estos mensajes se presenta la falsa idea que ser princesa es la mejor y única forma de ser. Además, se le da una perspectiva un tanto errónea a la idea de que es tu derecho tener todo lo que quieres y lo que te da valor es siempre ser la número uno.
Las mamás y papás también tienen cierta responsabilidad en el fomento y creación de este síndrome, principalmente porque pueden permitirle a sus pequeñas creer que efectivamente ser ese tipo de princesa es lo mejor.
Entendemos que en general no queremos quebrar la ilusión del cuento de hadas que nuestras pequeñas ven en en estos productos audiovisuales, juegos electrónicos o publicaciones, sin embargo, es importante inculcarles que tener buenos valores, ser una buena persona, esforzarte por lo que quieres, construir relaciones sanas es mejor a esperar a que un ‘príncipe’ te resuelva la vida o creer que tienes derecho a todo lo que quieres.
Como papás también podemos cometer el error de fomentar la idea que siempre tendrán a un ‘rescatista’ que las salvará de cualquier situación. Es difícil no acudir al socorro de nuestras hijas, pero también es importante notar cuando es momento de dejarlas crecer y ayudarles a creer que ellas tienen el poder de conseguir lo que quieren si trabajan y se esfuerzan.
En el momento en el que procuramos todo para ‘resolverle la vida’, podemos hacerle más daño que bien ya que reforzamos un patrón de no ser autosuficiente.
Por otro lado, también podemos llegar a cumplir todos los caprichos de nuestra pequeña. Si bien, esto nos puede alegrar el corazón al ver lo feliz que es cuando recibe lo que tanto desea. No obstante, hay que tener cuidado de no hacerle creer que el mundo es suyo y va a funcionar tal y como ella espera en el momento en el que quiera.
Realmente no tiene nada de malo consentir, apapachar y mimar a tus hijas. El amor y apoyo son fundamentales para crear mujeres fuertes y seguras de sí mismas. No obstante, es importante reconocer cuando tal vez, más que consentirlas, las estamos malcriando.
Una pequeña con síndrome de princesa puede convertirse en una joven con una alta dependencia en los demás y con la errónea idea de que el mundo debe hacer todo lo que ella quiera. También puede llegar a creer que no es autosuficiente y que siempre necesita de alguien más para que todo sea mejor, lo cual puede llevarla a tener relaciones tóxicas.