Poner límites es todo un desafío para los padres. Sin embargo, por fuerte que sea la tentación en ocasiones, se trata de un desafío que no se debe evitar. Te damos algunas recomendaciones para que esta misión sea un poquito más sencilla y efectiva.
Una de las tareas más importantes, y a la vez más difíciles, es la de poner límites. Se trata de una responsabilidad en la que se esconden muchos matices; necesita de firmeza, pero también de flexibilidad; necesita cariño, pero también actos disciplinarios; necesita diálogo, pero también ejemplo; necesita dictados, pero también explicaciones.
Los límites sirven para educar, para trasmitir unos determinados valores. Pero no solo, también hacen que los pequeños se sientan más seguros, ya que para ellos los límites no dejan de ser referencias claras de lo que pueden y no pueden hacer en situaciones en las que no tienen experiencia.
Normas y límites: ¿significa lo mismo?
En realidad, normas y límites son conceptos distintos:
Los límites son todas aquellas líneas rojas que no se pueden cruzar, y se refieren a la integridad física y emocional de los demás, la seguridad, la salud, etc. Ellos transmiten seguridad al niño, siempre que respeten sus necesidades de desarrollo y sus necesidades primarias.
Son como las fronteras del territorio, dentro de las cuales el niño puede moverse, experimentar y jugar con plena libertad. Asimismo, adquieren el carácter de referencia, de marco de contención, una guía, que le indica al niño qué se puede o se debe hacer y qué no. Son reglas que ordenan sus comportamientos y le permiten una mejor percepción de la realidad, al reconocer lo incorrecto de lo correcto.
¿Cómo debe ser un límite?
Las principales características de un buen límite son las siguientes:
- Coherente: aporta seguridad y confianza al niño.
- Positivo: en lugar de decirle lo que “no” debe hacer, lo mejor es siempre insistir en lo que “sí” se puede.
- Participativo: si el niño participa del establecimiento de las reglas, podrá sentirse más responsable de ellas y tendrá mayores intenciones de cumplirlas.
- Concreto: las indicaciones deben ser claras y explícitas para que el niño pueda comprenderlas. Así podemos pedirle “que guarde sus juguetes”, “que se lave las manos”, pero no “que se porte bien”.
- Optativo: no se trata de un abanico de posibilidades, sino respetando las características anteriores, dar opciones del tipo: “¿prefieres el pantalón rojo o verde? Sin embargo, es fundamental tener presente que los niños hacen y dicen lo que ven y escuchan, por lo que, cuando pegan, agreden o desobedecen, es importante preguntarse primero si no es así como reaccionan los padres mismos con él.
- Respetuoso: lo que se debe limitar en todos los casos es la conducta, no los sentimientos que la acompañan. Los límites deben fijarse siempre de manera tal que no afecten el respeto y la autoestima del niño. Se trata de poner límites sin que el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado. No se trata de descalificar al niño, sino de desaprobar su conducta haciéndole saber que el amor hacia él sigue siendo el mismo. Los niños necesitan sentirse aceptados incondicionalmente.
- Recordar: los niños no internalizan la norma en forma inmediata, lo hacen a través de un proceso de reinterpretación y reconstrucción y logran internalizarla recién cuando desarrollan capacidades como: el lenguaje, el razonamiento, la capacidad de descentrarse, la comprensión de las relaciones causa-efecto, etc. Estas adquisiciones, no obstante, son inestables y muchas veces ceden frente a estados de tensión, cansancio o enfado.
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¿Qué son las normas?
Las normas son las que establecen como convivir respetando las necesidades de uno mismo y las de los demás. Marcan la organización de una familia. Más que limitar, lo que hacen es reglamentar y se refieren a conductas, no a líneas rojas.
Las normas no pueden estar en contradicción con los límites, pero la diferencia con estos es que las normas sí permiten la negociación. Son más flexibles. Si un día no se cumplen, no estaremos poniendo en riesgo la integridad de nadie.
Indican al niño como convivir en sociedad, pero no indican cómo debe actuar. Como dice Patti Cancellier, directora educativa del Parent Encouragement Program en Kensington, Maryland:
“Los niños están normalmente más dispuestos a seguir las normas cuando ven que afectan a todos”.
¿Cómo establecer límites y normas?
A continuación, os facilitamos algunas claves para establecer límites y normas en casa, que os ayuden a crear un clima familiar respetuoso.
- Objetivo: mantener la seguridad de los pequeños sin restringirlos.
- Deben ser cumplidos por todos los miembros de la familia. Deben transmitir respeto hacia los demás y hacia uno mismo.
- Es muy importante enseñarles a los niños que la libertad implica que deben hacerse responsables de sus actos y comportamientos, asumiendo las decisiones que están tomando en ese momento.
- Los límites deben respetar siempre las necesidades primarias de los niños. Entender las necesidades de los pequeños con respecto al momento evolutivo que se encuentran y saber que a veces estas no van a corresponder con nuestras necesidades de adultos.
- Pocos límites, cuantos menos límites haya, mejor. Más fácil será para el niño respetarlos.
- Las normas o límites deben ser sencillos, específicos, conocidos y para todos igual.
- Deben ser flexibles a lo largo de la vida del niño. Lo ideal es negociar y llegar a acuerdos. Los límites y normas (salvo los no negociables) son cambiantes, en función de las necesidades familiares y la edad del niño.
- Funcionan mal cuando los empleamos para conseguir autoridad.
- Puede que los tengamos que repetir unas cuantas veces. Los niños son especialmente impulsivos, ya que su lóbulo prefrontal todavía no se ha terminado de desarrollar. Así, para ellos es más complicado controlar sus actos, y por eso, vamos a tener que tener paciencia si queremos que terminen interiorizando determinados límites y que no los crucen cuando no estamos presentes.
- Utiliza un lenguaje positivo: sustituye no corras, por ve más despacio; no se tiran los juguetes, por si tiras los juguetes se pueden romper; no saltes en el sofá, por si saltas en el sofá se puede romper ¿saltamos en la cama? De esta forma, cuando tengas que decir “no”, será más fácil de asumir por tu hijo.
La importancia de poner límites para sostener la frustración
Los límites son barreras protectoras, acolchados, amortiguadores, filtros necesarios para disminuir los riesgos. Los caprichos y las dictaduras infantiles se presentan cuando quienes los cuidan no pueden contener, enfrentar las manifestaciones de disgusto de un niño que no tolera ser frustrado, y entonces no sostienen lo que han dicho, no sostienen el límite.
Los adultos que suponen que los niños no deben sufrir una frustración no lo benefician. Así el niño aprende que puede conseguir lo que quiere con sus caprichos y su llanto. Normalmente, la situación se agrava y entonces se recurre a soluciones polares, negativa irracional, castigo, retos y negociaciones muchas veces inadecuadas. El límite necesario llegará, pero tarde y será inadecuado.
¿Cuál es el equilibrio en la imposición de límites?
Los niños pueden incorporar de a poco que no pueden conseguir todo y en el momento. Los límites a tiempo y durante toda la crianza dependen de adultos que puedan tolerar los caprichos del niño, acompañarlos en su formación y no ceder ante sus propias inseguridades.
Los límites además le brindan al niño la oportunidad de pensar, tomar la iniciativa, buscar soluciones, favorecen el desarrollo de su identidad y fomentan la autonomía. Todos los niños necesitan crecer con normas.
Los límites les enseñan que no siempre sus deseos van a poder ser satisfechos o satisfechos de la forma que ellos querrían. Por otro lado, los límites hacen que se sientan más seguros; de alguna manera, cuando unos padres le dicen a su hijo que no se aleje más de un punto, por ejemplo, en el fondo le están diciendo al pequeño que puede moverse hasta ese punto, porque hasta ahí podrán protegerlo.