Venimos de una cultura de papás, que fueron niños y niñas con una crianza totalmente diferente a la actual. Y en el momento en que se enteran que van a emprender ese viaje sin regreso, que nos regala la vida de ser padres empezamos con las listas de compras y todo lo que “pensamos” que debe tener nuestro hijo o hija.
Queremos darle todo a manos llenas y ¿qué papá no quiere darle lo mejor a su hijo?
Por Mel Paredes @elescritoriodemel
De hecho, “quiero darle todo lo que yo no tuve”. ¿Te suena familiar?
Hoy queremos decirte, algo que de seguro ya sabes. Menos, es más; y aplica para los juguetes. Estudios han demostrado que los niños que tiene menos juguetes son mucho más creativos, y ¿adivina? Se convierten en especialistas de ese juego.
Esto se debe a que el periodo de atención de nuestros hijos es corto, y tener varios juguetes puede que los distraiga de jugar o inclusive se sientan abrumados. Se recomiendan también, que los juguetes no emitan sonido, así ellos pueden usar su imaginación y crear los propios.
Otro dato que te dejamos por aquí, es que el exceso de regalos puede convertir en nuestros hijos en personas egoístas, caprichosas, que pierdan el interés y el entusiasmo. También podrían convertirse en adultos frustrados, al entrar al mundo real, y ver que las cosas no son tan fáciles como ellos desean.
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Nuestra meta es no convertirnos en un “padre malvavisco”, definición que se le da a los papas que estamos entre los 35-45 años, que venimos de un sistema riguroso de crianza, en los que como dice el coro de una canción “tan solo una mirada” era suficiente para saber que debíamos comportarnos o habíamos hecho algo inadecuado a la vista de nuestros papás.
Los juguetes no van a recompensar el tiempo que no le dedicamos a nuestros hijos, entre el día y las exigencias laborales, que debemos cumplir, dediquémosle tiempo de calidad, es más barato y son recuerdos para toda la vida. Nuestros hijos necesitan padres que los acompañen, los estimulen y que se sientan valorados por lo que son, y no por lo que tienen.
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