La Resolución de Conflictos familiares es una de las habilidades que no sólo permiten la armonía en casa, también ayuda a tener una estructura de mediación y negociación ante las diferencias. Nosotros como padres debemos brindar el entorno adecuado para llevar la fiesta en casa “en paz” y que sembremos seres mediadores.
Por Ani Rodríguez – @proideha
Compartir espacio, tiempo, juguetes, padres se vuelve una confrontación constante en casa cuando hay hermanos.
Todos sabemos que un hermano es posiblemente una de las personas más importantes en nuestra vida. Los hermanos, se convierten en grandes amigos, confidentes, compañeros de vida, referentes, entre otros muchos calificativos positivos.
Ellos, son el primer contacto social que tenemos en la infancia, gracias a ellos, aprendemos a relacionarnos con iguales, a entender las normas sociales. Ellos nos ayudan a desarrollar la empatía, la solidaridad y la justicia.
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Ahora bien, la llegada de un hermanito/a a casa no siempre resulta del todo positiva para quien ya estaba en la familia, vamos, la llegada del nuevo/a no siempre es un camino de rosas para el mayor.
Los celos son un proceso normal del desarrollo.
Aclaremos antes que nada que los celos son un proceso totalmente normal en el desarrollo de un niño. Forman parte de su crecimiento y maduración y tienen una explicación lógica.
¿Cuál es el origen de los celos?
La base principal de los celos es el miedo. Miedo al abandono, miedo a ser olvidado.
Los seres humanos manifestamos celos como una conducta instintiva, el objetivo de la cual es ayudarnos a mantener y reforzar las relaciones afectivas. Su objetivo es defender nuestras relaciones.
Por tanto, es comprensible que cuando llega un hermano, el mayor manifieste celos tarde o temprano. Y digo tarde o temprano porque muchas veces estos no aparecen al nacer el nuevo, pueden aparecer incluso algunos años después, dependiendo de cada situación en concreto.
¿Cómo se manifiestan los celos?
Pese a que hay conductas muy obvias que nos indican que están apareciendo los celos, hay otras más sutiles que, aunque no lo parezcan, también son consecuencia de los celos. Veamos algunas:
- Síntomas físicos: dolor de estómago, vómitos, problemas para dormir, falta de apetito, entre otras dolencias que el niño puede fingir.
- Síntomas emocionales o conductuales: desobediencia, cambios de humor, agresividad, llanto, rabietas, no querer ir al colegio, no hacer caso al hermanito/a. Burlarse a la mínima del hermano/a, pegarle, apartarlo del juego con los demás amigos, son conductas que también nos indican la presencia de celos, en estos casos cuando son más mayores.
- Retroceso a etapas anteriores del desarrollo: volverse a orinar en la cama, tener un lenguaje más infantil o hablar mal adrede, pedir el chupete, biberón, etc.
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¿Qué podemos hacer los padres?
- Lo primero y más importante, entenderlos como lo que son: un proceso natural del desarrollo madurativo del niño. Por tanto, debemos intentar no culpabilizar al niño o niña de ello, sino comprenderlo y ayudarlo en la medida de lo posible.
- Trabajar nuestras propias emociones antes que nada, ya que la forma en que nos mostremos ante las conductas de celos determinarán la posterior actuación del pequeño. Debemos mantener la calma, no mostrarnos ansiosos ni enfadados y tampoco culpabilizarlos.
- Saber actuar en momentos de conflicto: no actuar como árbitros. Tienen que resolver ellos el conflicto, no nosotros. Entender que las peleas entre hermanos son normales, y mostrarnos como un apoyo para que encuentren una solución. Cuando consigan calmarse después de una pelea, que cada uno exponga su versión y nosotros les ayudaremos a que encuentren la mejor solución.
- Detener el comportamiento agresivo: no debemos tolerar las conductas violentas de uno hacia el otro. Nunca. Ante la más mínima muestra de violencia o agresión debemos intervenir y detenerla.
- Que cada uno tenga su propio espacio en casa y que se respete su privacidad (por parte de todos, tanto de los padres como del otro hermano o hermana).
- Marcar reglas en casa, que sean claras y equitativas.
- NUNCA compares.
- Dedica tiempos exclusivos con cada uno de ellos. Sabemos que es difícil, que en el día a día no hay suficientes horas para llegar a todos, pero es importantísimo hacer un pequeño esfuerzo y encontrar algún momento en que puedas estar a solas con cada uno de ellos. Por ejemplo el momento de la ducha, al acostarse, dedicar una tarde solos con él o ella, etc.
- Pídele que te ayude con el pequeño: a vestirlo, a enseñarlo a ducharse, etc. Sentirá que es el mayor y que es importante para él.
Si pide atención, es porque la necesita.
Sí, es lo que siempre hemos oído: “lo hace para llamar la atención”. Pues te lo está diciendo a gritos: necesita atención. Y cuando algo nos dice que nuestro hijo o hija necesita atención, debemos prestársela.
Si necesita atención, debemos darle toda la que necesite, o al menos toda la que podamos darle.
No escatimes en contactos, caricias, besos, mimos. No ahorres en contarles cuentos, en dar paseos con ellos, en alabar sus dibujos, en mirarlos mientras juegan en el parque (y que vean que les estás mirando), en ayudarles en los deberes, en conversar con ellos, en hacerles compañía, en respetarlos y comprenderlos.
Y sobretodo, no ahorres en dedicarles TIEMPO.
Verás que los celos van desapareciendo poco a poco y que entre ellos nace una complicidad especial que hará que sean inseparables, que los convertirá en su mejor apoyo, y tu, serás su referente.
Si aún así sientes que no eres capaz de gestionar bien sus disputas, su conducta y la relación entre hermanos, puedes consultarnos y te orientaremos a un nivel más particular, dándote las pautas a seguir y facilitándote la orientación que necesitas.
Los queremos hábiles en todos los entornos de su vida y en la familiar es el eje de estructura más profunda en nuestros lazos afectivos. Allí debemos estar con las habilidades bien “puestas” o desarrolladas.