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¿Qué dijo mi esposo cuando me vio usando una faja?

Con los años, uno se da cuenta que la relación dentro del matrimonio no solo es amor sino compañía y complicidad. Precisamente eso lleva a una extrema confianza en donde solo de verse hay momentos en que sabes que está pensando. Sabes lo que desea sin abrir la boca.

Por Oris Palacios de Cuarentidiva 

Gracias a esa confianza, vienen momentos como los de la hora de dormir. Nos ven con nuestros rituales de belleza puestos (que para algunas es toda una ceremonia). Y ellos también tienen los suyos – no se crean -. Y ni hablemos de las despertadas en las que nos vemos super despelucados, más que viajar en moto sin casco. ¡Ah y como olvidar los alientos mañaneros!

¿Y qué opinan de que usemos fajas?

Hace un par de añitos pensaba que las fajas solo las usábamos quienes nos habíamos descuidado con el peso. Por ese motivo sentía hasta pudor que la gente se diera cuenta.

Hasta que llegué donde una amiga que tiene una boutique y al medirme unas piezas me confesé y le dije que con la faja me quedarían mucho mejor. En ese instante, ella me responde: «No mija, ¿eso te preocupa?. Mamita si en este país todas somos pocotonas, y a todas se nos sale alguito por algún lado y todas usamos fajas, hasta las flacas para moldear». Y quedé What?! Y yo de zoqueta pensando que era tabú.

A partir de allí entendí que había que aceptar lo que saltaba a la vista y poco a poco descubrí lo diva que soy hoy día.

Un buen día dije: cada vez que me pongo la faja quedo exhausta, necesito ayuda, y adivinen? llamé a mi #flamantísimo al rescate. Aunque él jamás ha estado de acuerdo con esa pieza en específico (porque detesta la apretazón). A pesar que me lo critica mucho, me acepta con todo y mis gustos, así que como siempre me apoya, pero con las consabidas quejas. Ni sabía lo que venía jejeje…

Mi complice

Debo manifestarles que siempre #flamantisimo ha contado con una fortaleza de envidia, que me encanta. Por lo cual no pensé que sería mucho problema, pero que va, no todo estaba dicho todavía.

Empieza la odisea, al tratar de subirla y empieza el hombre: «gorda esto no es de tu talla, no entras como se te ocurre?». Y yo: » si si oye eso es así tu sigue tirando». Me dice: «coño pero súmete y al menos acuéstate para que la gravedad ayude en algo» (yo desgrrrrrraci….). Pero de verlo que las muñecas y puños agarrando un mini brochecito le temblaban, me daba risa y aflojaba. Entonces me decía: «coño pero coopera, no te rías sino de aquí no sales nunca con esta cosa puesta». El pobre no quería apretar con toda su fuerza porque me iba mallugar, pero a las finales lo conseguimos. Luego de cerrar todo y ayudarme a parar de la cama hecha una estatua, estábamos como si hubiésemos corridos dos maratones seguidas de una buena nochecita de pasión. Estábamos jadeando, sudados, él bravo e inconforme con mi decisión pero complaciente. Jajajaja gracias mi gordo siempre ahí.

Es bien sabido cuales son mis medidas de triple rica que tengo y no las escondo. Sin embargo todos sabemos también que en estos momentos salir a la calle vestidito para algún evento, hasta los niños de 5 años se convierten en paparazis con sus celulares y menos querer salir en medios o redes con el mondongo al descubierto.

Luego me enteré que hasta las artistas más famosas y delgadas se traban su buena faja de todos los calibres para verse regias en fotos y que sus mayores críticas (ellas mismas) no se sientan defraudadas.

Así que arriba las mujeres pocotonas. Arriba las cuarentonas seguras de si mismas que no necesitan demostrar nada más pero si les gusta salir «supi cucu» en las fotos pues aquí no ha pasado nada «bonitas y gorditas mis amigas, gorditas y bonitas» para las cámaras.

Confianza que solo crece con los años.

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