Los abrazos, los besos, una caricia en el hombro o incluso un apretón de manos son muestras de cariño que a muchos nos hace sentir queridos. Sin embargo, existen personas que no les gusta que las toquen. No importa si es un desconocido o alguien cercano; el contacto físico es algo que prefieren evitar.
Algunos podrían abogar que este rechazo al contacto con el otro es para evitar gérmenes o infectarse de cualquier virus o bacteria que el otro puede cargar en su cuerpo. Razón que hoy en día cobra mucho más fuerza debido a la pandemia de COVID-19.
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Otros más pueden argumentar que es un aspecto cultural, ya que en algunos países se respeta muchísimo el espacio personal: los abrazos y cariños son exclusivos para momentos especiales y sólo para tus más cercanos.
No obstante, más allá de estas razones; los psicólogos y científicos han encontrado que esta negación al contacto físico puede tener su razón de ser en las vivencias que las personas tuvieron cuando eran niños.
Un estudio publicado en Personality and Social Psychology Bulletin, enfocado en conocer la importancia del contacto físico en las relaciones románticas y sus beneficios para el bienestar psicológico, explica que este gusto o rechazo por sentir el tacto del otro tiene su origen en la interacción que tuvieron las personas en su infancia con su ‘cuidador’; quien generalmente es mamá o papá.
Los bebés que se sienten seguros con sus papás y reconocen que ellos «satisfarán de manera confiable sus necesidades» suelen desarrollar una gran afinidad a tener un apego físico con sus más cercanos; confían en ellos y se sienten cómodos con las muestras de afecto.
En cambio, los niños que no sintieron que sus necesidades fueron satisfechas por sus cuidadores pueden desarrollar dos tipos de interacciones con su pareja, amigos o familiares. Por un lado, algunos pueden ser muy pegajosos y exigentes: demandan la atención del otro.
Sin embargo, en el otro extremo están aquellos que aprenden a calmarse a sí mismos y como adultos valoran muchísimo la independencia y espacio personal que crearon desde pequeños; lo cual también provoca que eviten que los demás los toquen. Estas son las personas que sienten poco deseo por el contacto físico… Temen los caricias y abrazos que otros tratan de infligirles.
A pesar de estas vivencias en el pasado, el psicólogo David Ludden advierte que las personas que desarrollaron este rechazo al contacto físico de pequeños pueden cambiarlo una vez que son adultos. Esto se puede lograr al ser totalmente consciente de la situación en la que te encuentras; así como con el apoyo de tu pareja o cercanos, e incluso con la guía de un profesional.