Hace 2 años, mi vida cambió para siempre. Sentí como si me hubiese chocado contra el mundo. Este es el primer artículo de muchos sobre el duelo que escribiré, en honor a mi y a quién fue mi esposo, a mi hija y mi familia. Como una luz a todo el que ha perdido a un ser amado. Se dice que de la herida brota el propósito. Quisiera que esta nota te haga reflexionar.
Por Laura Bolivar @bienstar_aotronivel
No puedo empezar por otro punto diferente a mencionar que Colombia, mi país, es un país maravilloso. Grande y abundante desde todos los puntos de vista. Siempre me he sentido orgullosa de haber nacido aquí y de llevar con orgullo nuestra bandera tricolor a donde voy. Como lo hacen miles de colombianos famosos y anónimos alrededor del mundo.
Lamentablemente para mi y para todos, vivimos dentro de un contexto violento desde hace décadas. Somos una población muy herida por varios flagelos que nos azotan y que no quiero enumerar en detalle pero que ya conocen por las noticias y las famosas novelas o series que lo muestran. Las primeras a veces aterran, las segundas entretienen. Tal vez porque muestran muy poquito de lo cruda que es esta realidad. Para mí, ambas son nefastas.
Jamás viví con miedo en mi tierra. Solía tomar las precauciones necesarias y como dicen popularmente, evitaba «dar papaya». Sin embargo, en el día, la fecha y en lugar menos pesado, esta dura pesadilla que muchos viven a diario, no solo en Colombia sino en varios países de Latinoamérica y el mundo, se hizo realidad para mi y mi familia.
Una realidad que aún me cuesta aceptar. Que me duele y me hace llorar muchos días. Mi esposo dejó de vivir en este mundo, simplemente porque alguien quiso robarle su celular que valía menos de 200 usd. Al día de hoy los hechos no están claros, porque no hay cámaras de seguridad en el lugar, ni testigos, ni responsables. Todo parece indicar que puso resistencia, no sabemos a ciencia cierta. Lo que sí es real es que al querer robarle, además de su vida, nos robaron la felicidad, la posibilidad que sus hijas tuvieran un papá, sus hermanos a su hermano, su papá a su hijo, sus amigos a su amigo. Me robaron a mi esposo y a mi familia.
En un principio quise encontrar al culpable y que me explicara qué había sucedido. Sin embargo con el pasar de los meses y con la ayuda de Dios y mis terapeutas he ido un poco más allá. No tienen nada que ver aquí las creencias espirituales o religiosas, ni mías ni tuyas. Por que cada cual cree en una teoría que lo hace sentirse protegido y confiado. Lo que sí quiero dejar escrito es que creo con mi corazón que el o las personas que cometieron este acto violento, son almas muy, muy perdidas. Que llegaron a un punto de no retorno. Que ya no vieron más oportunidades y que con seguridad perdieron la esperanza y lo que conocen de amor es demasiado poco o nada.
No es una excusa y mucho menos una justificación. Por eso cito textualmente a Anita Moorjani es su libro «Morir para ser yo», que me ha iluminado en todo este duelo: «Así que me encontré sintiendo compasión tanto por todos los criminales y terroristas del mundo como por sus víctimas. Comprendí de una forma totalmente nueva para mí que, para que las personas cometieran actos como esos, deben estar realmente llenas de confusión, frustración y dolor, y sentir odio a si mismas. ¡Un individuo feliz y autorrealizado no haría nunca algo así! Las personas que se quieren a sí mismas comparten con los demás su amor incondicional y es un gusto estar con ellas. Para ser capaz de llevar a cabo tales crímenes, la persona tiene que estar emocionalmente muy enferma; de hecho eso es tanto una enfermedad como lo es tener cáncer.
Aquí viene una parte muy muy importante para mi: «Sin embargo me di cuenta de que a los que tienen ese tipo particular de «cáncer mental», nuestra sociedad los trata con desprecio y tienen muy pocas posibilidades de recibir alguna ayuda práctica para su enfermedad, lo cual refuerza su condición. Al tratarlos del modo en que lo hacemos, permitimos que crezca el cáncer en nuestra sociedad. Pude entonces ver que la sociedad que hemos creado no promueve ni la curación física, ni la mental… Incluso los criminales son víctimas de su odio a si mismos y de su dolor».
Tal vez no estés de acuerdo, esta bien, solo vuelve a leer con un poco de compasión.
La violencia se instala en lo más profundo y se perpetúa de generación en generación en adultos y niños por muchas razones. Indiferencia, falta de consciencia, ejemplo, corrupción, falta de educación, venganza. Y la lista sigue. Principalmente falta de amor, empezando por el propio. Seguramente no conozcas a alguíen que haya herido o matado a alguna persona con un arma. Sin embargo también perpetuamos la violencia activa o pasivamente. Gritando, amenazando, golpeando o castigando físicamente a niños y jóvenes, insultando, ignorando, siendo impacientes o aplicando la ley del ojo por ojo. Estos también son actos violentos y van creando una semilla que con un ambiente hostil o un antecedente agresivo puede crecer y crecer hasta desencadenar una tragedia. Momentánea o sostenida. Ni siquiera deberían existir las armas ni los ejércitos. Las rejas o cámaras de seguridad. Las llaves y los candados. Los autos blindados ni las cárceles.
No voy a entrar a mencionar los acuerdos o las decisiones que toman las almas, ni si existe el diablo que hace que las almas se pierdan o si Dios castiga por los malos actos. O si las almas deciden aprender a través del dolor. Repito, cada persona decide creer sus propias teorías.
Mi invitación con este artículo es a que a través de mi historia, a partir de hoy veas la violencia con otros ojos. Como he estado viéndola yo. Que reflexiones que actos violentos suceden en tu vida. Pueda que sean evidentes contra ti o alguien a tu alrededor. Quizás sean casi imperceptibles. Decídete a detenerlos. Pequeños actos constituyen grandes sucesos. Yo deseo que siempre sean para sanar. Los responsables de evitar la violencia somos todos, como individuos y como sociedad.
Hoy ya no deseo que el causante de la muerte de Patrick este tras las rejas de una cárcel. Sinceramente no creo que sea una solución amorosa y menos con los sistemas carcelarios que existen por aquí. Quisiera más bien que su alma fuera rescatada. Y quisiera poder de alguna forma rescatar su alma o al menos un alma. Parece fácil decirlo, no lo es tanto. Lo obvio sería querer esa aparente justicia que conocemos.
Creo confiadamente que sí se puede vivir feliz y en un mundo armónico. A todos nos une una energía superior, invisible a los ojos humanos, pero sublime y poderosa. Puede llamarse Dios, Ser Superior o simplemente evolución. Si mantenemos frecuencias altas de vibración a través de la oración, la meditación, alguna otra técnica o sencillamente con el poder de nuestra voz, nuestras palabras y pensamientos que se vean reflejados en nuestros actos. Que generen cambio positivos. Todo empieza por mi y por ti. Cambiar la violencia por amor es una decisión consciente de cada momento. Te animo a tomar decisiones conscientes y llenas de más amor y compasión.
Hoy, a través de estas líneas y a pocos días de terminar el año 2022, quisiera que reflexionaras, que te detuvieras como el sol que se mantiene estacionado durante el solsticio que ocurre en este momento. A pensar, a observar, a escuchar, a hacer silencio. Para que puedas percibir todo lo que sucede a tu alrededor y detectar los actos de violencia que pasan. Contra ti, contra otras personas, contra los otros seres vivientes y sus ciclos naturales. Eleva tu conciencia y empieza a ser una fuente de amor y compasión.
En memoria de Patrick Blaisdell, a dos años de haber partido de este plano físico al siguiente.
