Tener o no hijos es una de las decisiones más importantes y difíciles a las que nos enfrentaremos en nuestra vida. No solo tiene consecuencias enormes en nuestro estilo de vida, relaciones, finanzas e incluso salud física, sino que, a partir de cierto punto, ya no hay vuelta atrás: el útero, como la película, no acepta devoluciones.
Por Estefani Castillo – @mabezuluaga
Según la perspectiva que tengo en este preciso momento por ser mamá de dos niñas, te puedo decir que he podido experimentar el amor incondicional, que para mí es el único amor verdadero. Digo oportunidad porque no todos los que tienen hijos los aman incondicionalmente.
Cualquier otro amor que tengas en la tierra tendrá algún tipo de interés y estará sujeto a alguna condición. En el caso de los hijos, lo natural es quererlos sin condiciones y sin interés. Eso no significa que no deseemos para ellos ciertas cosas. Por supuesto que tenemos una larga lista de deseos para cada uno de ellos y, sobre todo, queremos su bien y su felicidad. Pero, a menos que tengas hijos, te irás de este mundo sin entender lo que es el verdadero amor.
Sin importar si crees en Dios o no, el amor incondicional es la más elevada experiencia que un ser humano puede tener. Tener hijos abre, como ninguna otra circunstancia, la posibilidad de experimentar ese amor.
No hay duda de que quien ama sufre. Sigmund Freud dijo “Querer a alguien significa atarse a ese alguien”. La cultura actual nos empuja a vivir sin ataduras de ningún tipo, operando con un falso concepto de libertad.
La libertad no la tenemos para no usarla y dejar que se oxide. La tenemos para querer algo, lo cual siempre lleva consigo algún tipo de atadura y la posibilidad de sufrir por lo que se quiere. Digo esto porque tener hijos es garantía de tener que sufrir por ellos tarde o temprano. Es como todo en la vida. Si no quieres asumir riesgos en la vida lo mejor es que te quedes en casa todo el día.
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Es muy respetable el pensamiento de personas que o quieren tener hijos, esto puede suceder por muchísimos motivos…
Para mi, sin duda alguna es una experiencia del amor incondicional y la posibilidad de sufrir por esas personas que amas incondicionalmente. Pero del sufrimiento no nos escapamos en ningún caso. Nos visita a todos tarde o temprano.
«A MÍ LOS NIÑOS NUNCA ME LLAMARON LA ATENCIÓN»
Hablando desde mi experiencia, a mí los niños nunca me llamaron la atención, yo creía que mi instinto maternal no existía, durante la adolescencia asumí que tendría hijos en algún momento, pero esa idea paso por mi sin mayor relevancia. Fue hasta que mi mamá enfermó que mi reloj biológico se activó, quería sentir ese amor que mi mamá siente por mí, ella quería vivir por sus hijos, el poder de vivir se lo dábamos nosotros.
Hoy día tengo dos niñas quienes me cambiaron completamente, descubrí una parte instintiva que vivía en mí y no hubiese descubierto al no tenerlas.
Me perdería la oportunidad de enseñarle a un ser humano a formarse por completo.